Ella se había vestido para salir usando una bufanda y su mejor chaqueta. Su equipaje era ligero pues no podía llevar todo lo que quería. Los sentimientos y las personas que dejaría atrás no cabrían nunca en una maleta tan pequeña, nisiquiera su corazón era suficiente. 

Él conducía mientras ella miraba la ciudad que dejaba atrás. Se asustaba de que su memoria no fuera lo suficientemente buena como para recordar todo aquello que habían pasado esos días, cada sonrisa, cada nueva persona, cada olor y cada sabor, tenía miedo de perderlo todo o de no recordarlo a la perfección.

A pesar de que no emitían palabra alguna estaban conectados en sus pensamientos o al menos eso pensaba ella. Era doloroso imaginarse lejos, así que simplemente callaron por el resto del viaje.

Aparcó el auto en la acera y con un suspiro salió para ayudar a bajar su equipaje; ella le siguió con la mirada y abriendo la puerta bajó del vehículo para ayudarle. Tenía miedo de decir algo y que con esto dejara salir una lágrima, una sola sería suficiente para no detenerse. 

No es tonta, sabía que significaba esta despedida. 

Un beso y un adiós mudo.

Eso será todo, pues sabe que ahora son de mundos distintos. La distancia que los separará no solo se mide en metros, también en sentimientos y decepciones. No están destinados a estar juntos y eso es lo que más les asusta.

Traté de advertirle todo lo que esto traería, pero ella tenía que vivirlo por sí misma. Le tomó tiempo darse cuenta de eso, pero ahora está preparada para tomar su equipaje y dar un paso adelante lejos de él.

Ella dejó que sus lágrimas se secaran antes de salir, no miró atrás y tomó el autobus que le llevaría lejos de allí.

No morirá por esto.

Ahora será más valiente y fuerte.

Jamás se le verá más hermosamente decidida.